Sarah Enelow
En Septiembre de 2007 la Comisión Fulbright y el Ministerio de Educación de Argentina me dijeron que iba a viajar a Colón como becaria, para ayudar en un profesorado de inglés como nativa y hacer un proyecto de escritura que yo propuse. Esta beca es el resultado de un concurso nacional en los EEUU y fue un gran honor ser elegida. Esperé seis meses largos para salir, inmensamente emocionada y nerviosa. Dejé mi trabajo, apartamento, y amigos en Nueva York (crecí en el campo, en Texas), y en Marzo llegué por primera vez a Sudamérica. Anteriormente, ya había estudiado español, pero empecé a practicar castellano y aprendí todo lo que pude sobre Argentina. Me encanta este aspecto del programa: no vine solo para hablar sobre mi país, sino también para aprender de ustedes.
Ayudé con las clases, di charlas en castellano e inglés, empecé una “hora de conversación,” hice un taller de escritura, y desarrollé mi propia escritura. Escribí unos cuentos, un librito de guía sobre el noreste de Argentina, unos artículos (algunos publicados online), y leí muchísimo. He aprendido tanto durante estos meses: sobre la historia argentina, lo político, la educación, la variedad de culturas, y mucho más. Es un país hermoso.
Yo me mudé a Colón sola y tuve que enfrentar problemas básicos. Hay mucho que la gente da por sentado en su propia comunidad. Yo no sabía como sería la siesta, como pagaría una factura, a quien llamaría si estaría en peligro, que haría sin una obra social, si podría acercarme a los vecinos para recibir ayuda, si debería abrir la puerta para una persona desconocida (nunca haría eso en Nueva York, es peligroso), como debería comunicarme con la gente, y quizás ofendí a alguien y no me di cuenta, y me preocupé de mil otras cosas. Pero después de unos meses, empecé a entender más sobre Colón, y me gustó, me sentía más y más cómoda.
La gente de Colón es muy amable y hay unas personas sin quienes estaría perdida. Con ellos tengo una deuda enorme. Pero también hay personas que me miran con hostilidad sin conocerme, quizás porque camino demasiado rápido, porque no llevo la ropa correcta, porque castellano es mi segundo idioma, o porque algunos piensan mal de mi país y suponen que soy una persona mala, a quien no vale la pena conocer. En esos momentos es cuando me siento tan como extranjera. A veces alguien me pregunta mil cosas sobre el gobierno estadounidense como si yo fuera responsable por las acciones de nuestro presidente. A veces me pregunta sobre el sueldo que tenía en los EEUU y cuanto pago por esta y otra cosa; eso me ofende mucho, porque los EEUU no es lo que ven en la televisión, esos estereotipos. Espero que haya compartido algo que no leen en los periódicos, y que la gente de Colón pueda ver un ser humano en mí, con sentimientos y pensamientos. Como yo soy la extranjera, yo tengo que acostumbrarme y cambiar, y es un placer entender un poquito más del mundo gigantesco en que vivimos.
He aprendido tanto acá; no sería posible escribir de todo. Agradezco a mis amigos argentinos, con quienes tengo tanto en común, y sinceramente les invito a visitarme en los EEUU.